Un buen ágape en un restaurante no se reduce solo al sabor de los platos. Ciertamente, eso es lo principal, pero no lo único. Porque se trata de que el comensal viva una experiencia de lo más agradable y completa, y eso pasa por cuidar elementos como el trato que le dispensa el personal de sala, la comodidad del entorno, la iluminación correcta, el confort sonoro… y la belleza de la vajilla. En este último apartado, Aguadé es una referencia desde hace décadas, por sus piezas de cerámica rebosantes de belleza y mediterraneidad, que están en los mejores establecimientos de alta cocina, también en restaurant Windsor. Hablamos con su responsable, Pere Aguadé, segunda generación de este taller del barrio de Horta (Barcelona) que fundó su padre, Jordi, en 1950, sobre sus creaciones, que tanto embellecen las creaciones que salen de los fogones.
Todo el mundo parece estar de acuerdo en que su vajilla aporta un aire especial a las elaboraciones de los chefs. Están muy bien valorados.
Gracias. Hacemos vajillas personalizadas para restaurantes de nivel medio-alto, sea con una forma determinada por el cliente o marcando en ellas el logo del establecimiento. En ese caso, mi hijo Jan crea, con una impresora 3D, unos tampones de plástico con el logo del cliente. Es lo que hemos hecho con Windsor, por ejemplo.
¿Cómo hace su trabajo? ¿Tienen libertad para hacer lo que quieren o siguen las directrices de los restaurantes?
Depende. A veces tenemos total libertad y a veces nos piden reproducir una forma exacta. En este caso, el cliente viene con un dibujo o una foto con lo que quiere y nosotros hacemos un molde que acaba siendo propiedad del cliente. Es decir, que nosotros no podemos usar para nadie más que para él. Normalmente nos dejan hacer y a partir de ahí lo acabamos de pulir al gusto del cliente. En realidad, es un trabajo de equipo entre el restaurador y nosotros. O como le decía antes, usamos modelos ya creados y los personalizamos con un logo.
Aguadé tiene un catálogo enorme porque su trayectoria es muy dilatada.
Sí. Piense que tenemos modelos de 1950 que ya hizo mi padre, Jordi, muchos de los cuales son totalmente actuales. De todas formas, cada modelo se puede personalizar casi en exclusiva porque se puede colorear a mano con 10 esmaltes distintos y cuando los clientes vienen a nuestro showroom, además de elegir el modelo y el color, pueden pedir qué logo ponerle, o si quieren añadirle un detalle a la pieza como una raya, por ejemplo… Que podamos personalizar hasta este nivel es nuestro factor diferencial.
Sin duda, una vajilla bonita hace que un plato sea más bueno porque entra por los ojos.
Lo tenemos clarísimo porque nos lo dicen tanto los clientes que al final nos lo hemos creído [sonríe]. A los restauradores les gusta mucho visitar nuestro taller porque se dan cuenta de que es diferente a lo que ven en el mercado. No olvidemos que hay empresas que hacen vajillas fantásticas y cuyo poder comercial consigue que estén presentes en muchos restaurantes, de manera que te las encuentras repetidas en muchos sitios. Y, claro, muchos restauradores no se pueden permitir tener la misma que otros porque se tienen que diferenciar. Al descubrir que sus platos se pueden personalizar, les encanta. Nosotros somos una empresa pequeña y, por tanto, más ágiles, de manera que podemos hacer encargos a medida, tanto si me piden uno como diez platos.
En los restaurantes, el comensal valora las buenas vajillas, ¿verdad?
Sí. Los comensales las valoran muchísimo. Cuando ven que los restauradores hacen unas creaciones fantásticas presentadas en un plato que se ve diferente, que está hecho a mano, que es bonito, muchos se lo dicen al cocinero o al camarero. Y más de uno quiere comprar la vajilla. De hecho, muchos particulares han venido a nuestro taller por eso. Igual que muchos restauradores que han visto que otros restaurantes usaban nuestras piezas. Casi el 90% de nuestros clientes vienen por esa vía, de ahí que hagamos tan poca acción comercial.
¿Cree que la cerámica artesanal, que tan de moda está ahora, tiene recorrido todavía en el mundo de la gastronomía?
Es cierto que ahora está muy de moda, pero le queda mucho recorrido. Hoy en día, la gente está comenzando a apreciar las vajillas pintadas a mano, de km 0, porque prefieren comprar aquí que no se sabe dónde. Pero no lo digo solo yo, sino también mis colegas de profesión. Hace 10 años, la vajilla en un restaurante pasaba más desapercibida pero, ahora, el comensal la valora, igual que, por supuesto, los sabores de un plato, el servicio, la iluminación, la decoración… Todo suma.