No hay duda: los tiempos gastronómicos han cambiado. Y para bien. Ya no es época de ágapes copiosos, de grasas por aquí y por allá, de digestiones pesadas y largas. Ya no está de moda comer hasta reventar, ya no se lleva cocinar o pedir platos a rebosar de calorías. Ni en casa ni en los restaurantes. Por eso, este tipo de cocina está quedando relegada a un segundo plano, perdiendo protagonismo día tras día.
Es obvio que soplan vientos saludables en las mesas y en los fogones. Ha llegado el momento de cuidarse, y podríamos decir sin riesgo de equivocarnos que ya son mayoría quienes se preocupan por su salud de manera activa. Ha llegado el momento de apostar por un estilo de vida healthy.
La sociedad actual es mucho más consciente de la importancia de cuidarse a todos los niveles. Quienes salen a hacer footing o quienes cogen la bicicleta para moverse por la ciudad o para disfrutar de su tiempo de ocio ya no son vistos como una rareza. Paralelamente, cada vez más gente elige ir a pie para desplazarse por la ciudad. Son éstos, dos ejemplos cotidianos, sencillos, y visibles por todos nosotros, del cambio de hábitos que se está produciendo en nuestro entorno.
La creciente preocupación por la vida saludable hace que cada vez más personas estén pendientes de lo que comen, conscientes de que una buena alimentación, sana y equilibrada, es la clave para lograr el bienestar tanto físico como psicológico. No se trata de contar calorías, ni tampoco de sufrir o elaborar una larga lista de alimentos prohibidos, sino de apostar por alimentos de temporada y proximidad, por cocciones sencillas, nuevos ingredientes y por aligerar las recetas de siempre. Bastan algunos cambios para mantener a raya tanto la báscula como el colesterol, prevenir enfermedades a corto y largo plazo y mejorar nuestro estado de ánimo.
En esta dinámica de seguir una dieta saludable, son muchas las personas que, como decíamos, no renuncian a nada en la mesa, pero han decidido moderarse a la hora de comer y beber: son las que hacen buena la expresión “todo en su justa medida”. Otras, en cambio, son más estrictas. Están los veganos y vegetarianos, o los que siguen una dieta flexiteriana (vegetarianos que incluyen en su dieta aproximadamente un 20% de proteína animal basada en pescados frescos y huevos). O los crudiveganos, que solo se alimentan con ingredientes crudos de origen vegetal y renuncian a los alimentos que necesitan ser cocidos para consumirse, además de los ovolácteovegetarianos (vegetarianos que toman huevos y productos lácteos).
Este abanico de consumidores, cada vez más exigentes e informados, pero no por ello menos sensibles a los placeres de una buena mesa, ha hecho que cada vez más restaurantes adapten su oferta a sus necesidades, ya sea con cartas especializadas o, como es el caso de Windsor, con una oferta cada vez más amplia de platos sueltos pensados para las diferentes necesidades.
Tampoco hay que olvidar a los intolerantes a algún tipo de ingrediente, un colectivo que crece día a día. El gluten, la lactosa… ya son productos vetados por muchos porque sus organismos han dicho basta. Basta de alimentos llenos de aditivos industriales. Basta de alimentos procesados. Basta de ingredientes de pésima calidad. Basta de mala alimentación. La salud entra por la boca (mejor aún si se hace ejercicio físico moderado) y los clientes, hartos de comer mal, exigen algo más, algo mejor.
Afortunadamente, hoy en día las opciones para comer de manera sana y equilibrada son múltiples. Y la dieta mediterránea, propia de nuestra cultura, ayuda mucho en este sentido. No en vano fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2010 por la Unesco. En Windsor elaboramos cocina catalana contemporánea (y por tanto, 100% mediterránea) y no somos ajenos a las necesidades de unos clientes cada vez más concienciados.
Lo hacemos convencidos porque estamos comprometidos con la sociedad en la que vivimos y porque, no hay que olvidarlo, también somos comensales preocupados por nuestra salud. De ahí que apostemos por ingredientes de gran calidad, siempre de proximidad y a menudo ecológicos, y por un tipo de cocina más fresca, ligera y saludable. Eso sí, nos adaptamos a los tiempos que corren siendo fieles a nuestra esencia: no perdemos de vista los sabores auténticos, los de siempre, los que nos conectan con la memoria culinaria.
¡Salud!