La majestuosidad de los salones, el savoir faire de su equipo, su cocina tradicional con toques contemporáneos sin parangón en la ciudad, esa elegancia atemporal, clásica; las vajillas, las cuberterías, las mantelerías, el lujoso mobiliario, las lámparas, el hermoso y frondoso jardín… Desde el momento en que ponemos los pies en Windsor, percibimos una atención al detalle que se traduce en la exquisitez de un entorno en el que brillan con luz propia unos arreglos florales que demuestran que en Windsor nada es casualidad. Y es que es imposible no caer rendido ante las hermosas flores siempre fresquísimas que encontramos en todos los rincones del restaurante, las cuales suelen despertar la curiosidad de una clientela que, a menudo, pregunta al personal de dónde salen unos arreglos tan originales y sorprendentes.
La respuesta es que Windsor confía desde hace años en la sensibilidad del equipo de Taller Floral, que semanalmente se encarga de diseñar los arreglos del restaurante, y que tan bien se adapta al espíritu clásico y elegante del local. Christian Montero, su responsable, nos cuenta que todas las semanas se escoge un color y que toda la decoración floral del restaurante sigue la misma línea cromática. “La elegancia y la sobriedad son las líneas de identidad de Windsor, de manera que las flores mantienen siempre esa filosofía”. Así pues, Taller Floral apuesta por un color y tanto los jarrones como los complementos siguen siempre esa línea.
“En fechas como Navidades o San Valentín apostamos por el rojo, pues siempre tratamos de escoger colores que respondan a la época del año y a las necesidades del comensal. Y no es que no nos gusten los claveles o las rosas, pero siempre tratamos de introducir flores originales, que sorprendan a los clientes”, explica Montero. Por este motivo, en Windsor podemos encontrar desde amarilis a narcisos, orquídeas, violetas, hortensias, viburnums, anturiums y todo tipo de prodigios de la naturaleza que siempre tienen un denominador común: aparecen en composiciones neutras y sobrias, de manera que la belleza de la flor sea la auténtica protagonista del conjunto.
“En primavera trabajamos mucho con colores rosados y alegres, pues es la mejor época del año para las flores, mientras que en otoño utilizamos hojas de haya y trabajamos mucho con tonos naranja y amarillo, que suben el ánimo del personal cuando los días son cortos y grises”, cuenta Montero. Lo mismo ocurre cuando se avecina una semana lluviosa: “trabajamos mucho los amarillos, contrarrestamos el efecto del clima en forma de orquídeas amarillas y narcisos, por ejemplo”. Y siempre se seleccionan los complementos con el mismo mimo con el que se tratan las flores y, al fin, con el que se trabaja cualquier detalle en Windsor. “Cada semana cambia el color y el tema floral, y también los jarrones. Los tenemos altos, estrechos, cuadrados, peceras… No solemos mezclarlos, pues siempre buscamos una estética sobria y elegante”.
Otra de las características diferenciales de las creaciones de Taller Floral es que se suele trabajar con flores nacionales, con muy poco porcentaje de importación. Una filosofía que Montero, alma mater de esta compañía capaz de hacer realidad nuestros más sofisticados sueños florales, comparte con Joan Junyent, director de Windsor, fiel defensor del producto de proximidad y temporada.
Las flores se encuentran, pues, en todos los rincones de Windsor. Desde el gran arreglo floral de la entrada, que marca la línea cromática y estética de la semana, a los centros de mesa, pero también en los baños y otros rincones del restaurante. También, por supuesto, en su espectacular jardín interior, una de las joyas del establecimiento que puede disfrutarse durante todo el año, pues en invierno lo encontramos cubierto y en verano felizmente abierto, siempre repleto de vegetación.
Para Montero, “el jardín tiene un clima muy tropical, siempre entra la luz, de manera que hemos apostado por darle un toque selvático, verde, fresco, tupido… con muchas más plantas”. El resultado de esta apuesta es un espacio verde y orgánico, arrebatadoramente hermoso, en el que podemos encontrarnos “unas macetitas de terracota en las mesas con alguna planta, a veces romero, a veces tipo cactus…”. Un lugar en el que desconectar del mundanal ruido frente a alguno de los platos de temporada de Windsor, todos ellos un auténtico homenaje a la cocina tradicional catalana con toques contemporáneos que marcan la diferencia.