Desde hace unos años, la globalización ha traído consigo una variedad enorme, podría decirse que casi infinita, de sabores, de productos, de técnicas culinarias… Una riqueza a la que ningún gourmet quiere ni debe renunciar. Al fin y al cabo, la novedad siempre es un valor, y probar lo desconocido es una experiencia enriquecedora. ¿Quién no se sorprendió cuando cató por primera vez un ceviche, un plato que hasta no hace mucho era puro exotismo en nuestras latitudes? ¿Quién no sintió excitación cuando se estrenó con el sushi, tan asentado hoy en día en tantas mesas de tantos restaurantes pero que tiempo atrás era tan extraño en nuestra cultura occidental y mediterránea?
Pero no hay que olvidar otro gran valor culinario, a menudo tan denostado en tiempos de internacionalización y vanguardismo: la tradición. En Restaurant Windsor, ubicado en el centro de Barcelona, la tenemos muy en cuenta. Porque sus sabores nos identifican como sociedad; no en vano, los productos con los que se cocinaban los platos de toda la vida eran de proximidad, de la tierra. Así se elaboraban las recetas antiguas. Recetas, por supuesto, que han ido evolucionando con el paso de las décadas (ahora son más ligeras, menos calóricas, por ejemplo), pero que mantienen vivo el sentimiento de una comunidad que se reconoce, entre otras cosas, por lo que come.
Ese patrimonio gastronómico no se puede perder. Y en esta época en la que el tiempo es un bien tan escaso, un lujo tan preciado, cada vez hay menos gente dispuesta a preparar en casa aquellos platos de nuestros antepasados. Los de la abuela, sin ir más lejos. La memoria de quienes somos (somos lo que comemos) corre riesgo de desaparecer. De ahí que restaurantes como Windsor jueguen un papel tan importante como guardianes de una cocina tradicional.
Además del patrimonio cultural que supone un recetario con tantos siglos de historia, hay otro patrimonio intangible: los platos de toda la vida nos conectan de manera inmediata con nuestras emociones, con esa niñez que disfrutaba de lo lindo de unos canelones, de un fricandó, albóndigas con sepia, de un bacalao ‘a la lleidatana’, de un ‘trinxat’, de un arroz meloso de gamba, de una ‘escudella’… Con un solo mordisco se disparan recuerdos, sensaciones… Solo con un mordisco… La felicidad.
Otro valor a tener en cuenta: la tradición y la temporalidad de los ingredientes siempre van unidos. Porque este recetario que hunde sus raíces en el pasado se fue creando a partir de productos que se tenían a mano. La palabra globalización no existía en el diccionario. Así, los tomates, las alcachofas, los guisantes se cocinaban cuando lo mandaba la naturaleza. De ahí su importancia a la hora de preservar el medio ambiente (los agricultores cuidan la tierra de la que viven y el transporte de productos de proximidad contamina) y la economía del entorno (se compra a productores locales).
En el Restaurant Windsor, nuestro menú Tradicions es un buen exponente de la fidelidad que tenemos hacia la cocina de siempre y todos los valores que la acompañan. Eso sí, actualizada para adaptarse a los gustos actuales. Se trata de una propuesta basada en el corpus de la cocina catalana cuyos platos cambian cada semana y que está enriquecida con recetas de otras culturas que ya forman parte de nuestra memoria gastronómica. Una gastronomía sencilla, honesta, humilde y de producto, un salto atrás en el tiempo para comer como lo hacíamos en casa en los años 70, 80 y 90 del siglo pasado. ¿Nos acompañas en este viaje? A disfrutar en nuestros amplios salones o salas privadas, nuestra terraza de invierno, o en casa o en la oficina, gracias a nuestro servicio de delivery y take away.