Lo admitimos: el titular no es del todo cierto. Los amantes del tapeo, de las grandes mesas repletas de platillos a compartir, de las sobremesas sin prisas y de la algarabía propia de los ágapes más informales aprovechan cualquier momento –y cualquier estación del año– para plantarse frente a una mesa bien surtida de tapeo. Cualquier momento es bueno: una celebración familiar, una cena en pareja, un aperitivo entre amigos, incluso una comida informal de negocios… Las tapas son perfectas para cualquier ocasión y en cualquier compañía, pero el verano es, sin duda, la estación en que solemos practicar con más pasión el noble arte del tapeo.
En Windsor sabemos de la pasión de nuestros clientes por el tapeo, por eso contamos con numerosas opciones de tapas y platillos que se pueden disfrutar tanto en nuestros salones como en nuestro patio interior repleto de vegetación, al mediodía o por la noche, solos o acompañados: desde unas anchoas de L’Escala a unas croquetas de carn d’olla, bien crujientes por fuera y melosas por dentro, o un buen plato de jamón ibérico de bellota.
Y la cosa no acaba aquí. Porque en Windsor nos gusta combinar las tapas más populares, elaboradas con una materia prima de calidad, esas que tienen la gloriosa capacidad de poner de acuerdo a todos los paladares, con otras más sofisticadas que son un auténtico placer para los sentidos. Como nuestras ostras Gouthier, perfectas para maridar con un buen vino blanco o un espumoso de nuestra profusa carta (merecedora de un Premio Cartavi), o una lata de caviar para deleitar los sentidos mientras nos resguardamos de los calores del verano en la siempre agradable terraza de Windsor.
Nuestra carta de tapas sigue la misma filosofía que el resto de propuestas: ofrecer una cocina catalana tradicional renovada, con ingredientes de proximidad, en gran parte de Km 0 y ecológicos. Una cocina saludable, equilibrada, sabrosa, en que la materia prima brilla con luz propia y el entorno contribuye, sin duda, a ensalzarla todavía más. Y con una especial atención, algo que nos caracteriza desde nuestros inicios, a los diferentes colectivos, desde los veganos y vegetarianos a los celíacos, alérgicos y, en general, todos aquellos concienciados con la alimentación saludable.
¿Algunos ejemplos de esta vocación? El dado de atún rojo macerado con jengibre, soja y ajo, una explosión de sabor ideal para compartir, la tapa de tomate de temporada con fresones y ventresca de bonito o la vieira con chutney de cítricos y tomillo limonero. Todas ellas son frescas y sabrosas, pensadas para satisfacer tanto a los paladares más intrépidos y sibaritas como a todos aquellos que busquen el tapeo de siempre en un entorno exclusivo y refinado.
Es conveniente, además, dejarse aconsejar por nuestros sumilleres en la búsqueda del mejor vino o espumoso para maridar con el picoteo, pues seguro que será toda una experiencia dar con esa referencia desconocida, ese vino sorprendente, que va a redondear un ágape ya de por sí fantástico. Porque es difícil que algo salga mal cuando nos hallamos en el salón de Windsor, y cuando el tiempo acompaña en una terraza que parece recién salida de un cuento de hadas. Un espacio carismático y confortable, repleto de plantas y vegetación, perfecto para huir del mundanal ruido y de los calores del verano ante, pongamos por caso, un hígado de pato a la plancha con frutos del bosque, vino de Oporto y avellanas. O un erizo de mar relleno de su crema con algas crujientes y sésamo…
Para acabar, siempre hay que dejar un huequecito para nuestra carta de postres, todos caseros, uno de los puntos fuertes del restaurante. Desde los clásicos de siempre, como el cheesecakecon frambuesas y la crema catalana a nuestra manera (así se llama el plato) a otros más ligeros de temporada como el sorbete de melón o la fruta fresca. Si todavía nos queda algo de apetito, el surtido de quesos, siempre sorprendentes, será el colofón perfecto antes de una larga sobremesa de verano junto a los nuestros.