Si os decimos que José Luis, nuestro aparcacoches, no tiene automóvil, no os asustéis. Le sobra experiencia con cualquier tipo de vehículo, pero ha renunciado a las cuatro ruedas por comodidad porque se mueve en moto por todas partes. “¿Tener coche? ¡Si todo el día estoy conduciendo! Sería el colmo!”, bromea. Así que, tranquilos, que si venís a Windsor a comer o cenar, dejaréis el vehículo en buenas manos: José Luis ha sido chófer y tiene incluso estudios de Mecánica de Automoción.
Es, pues, la persona ideal para cuidar de vuestro coche y aparcarlo, un servicio que ofrecemos gratuitamente a todos nuestros clientes, que no tienen que preocuparse de buscar un sitio en la calle donde dejarlo ni dejarse unos euros de más en algún parking de la zona. En Windsor nos encargamos de todo. “La gente agradece mucho este servicio”, constata José Luis.
Nuestro aparcacoches lleva algo más de un año con nosotros, y ya ha vivido varias anécdotas. La más divertida fue la que protagonizó él mismo cuando tuvo que salir corriendo detrás del cliente para devolverle la llave que tenía en el bolsillo; cosas de la tecnología, ya que muchos coches de hoy en día se arrancan sin poner la llave en el contacto, simplemente apretando un botón porque el sistema detecta que está en su radio de alcance. “Si no se la llego a devolver, no podría haber arrancado otra vez”, resopla José Luis.
Nuestro aparcacoches ha tenido en sus manos de todo. “Algunas máquinas parecen aviones por la tecnología que llevan”, asegura. Desde un Ferrari 430 al que costaba encontrar el botón de arranque (“¡está en el volante!”) a un Mercedes SLS cuyas puertas se abren como alas y un Rolls-Royce descapotable pasando por un modestísimo Seat Ibiza.
“Cuidado con el juguete”, le suelen decir. Y él sonríe para sus adentros. Le encantan y los mima como si fueran suyos.