La gastronomía catalana, de la que hacemos bandera en el restaurante Windsor, tiene un recetario muy rico, variado y antiguo, con platos que tienen décadas, siglos de historia. Como no podía ser de otra manera, en él no faltan los postres, que siempre sirven como colofón ideal tras un buen ágape. En este post repasamos algunos de los más populares.
Crema catalana
La crema catalana es, quizá, el postre más célebre de nuestra cocina. Esta deliciosa receta tiene muchos adeptos: crema de leche con huevo, canela y piel de limón o naranja con azúcar quemado por encima. Precisamente uno de los ganchos de la crema catalana es el contraste entre el crujiente del azúcar quemado y el cremoso del interior. Los historiadores gastronómicos sostienen que este plato, que aparece en los recetarios medievales catalanes ‘Llibre de Sent Soví’ (siglo XIV) y ‘Llibre del Coch’ (siglo XVI), es una evolución de las natillas que se hacían en la época romana y lo consideran uno de los postres más antiguos en Europa dentro de su categoría. Le encantaba al barón de Maldà, los comió Casanova cuando estuvo en Barcelona y aparece en las obras del escritor Josep Pla y el poeta Miquel Martí i Pol.
En Restaurant Windsor es uno de nuestros ‘hits’. La preparamos de una forma más ligera y espumosa, en forma de una emulsión que presentamos en un plato hondo de cristal que le confiere un toque chic, con todos los ingredientes por separado. Por un lado, una crema gominola de limón, por el otro una emulsión de crema, que se sirve con un sifón y adquiere una textura suave y cremosa, y por último un heladito de canela y caramelo, que aporta un toque fresco y envolvente al conjunto.
Mel i mató
Pocos postres tan típicos, tan sencillos y tan antiguos encontrarás en los restaurantes en pleno siglo XXI como este: un trozo de queso fresco (el mató) de cabra u oveja que se cubre con miel. Tal cual. Aunque hay algunas variantes, como la que lleva azúcar espolvoreado sobre el láctico en lugar del néctar de las abejas, y la medieval manera de perfumarlo, con agua de flor de naranjo. Su enorme popularidad ya se remonta a siglos pasados, como demuestra el hecho de que forma parte del conocido villancico ‘El noi de la mare’: “Què li darem, a n’el noi de la Mare? Què li darem que li sàpiga bo? Panses i figues i nous i olives, panses i figues i mel i mató”. [¿Qué daremos al niño de la Madre? ¿qué le daremos que le guste? Pasas e higos y nueces y olivas, pasas e higos y mel i mató”.
En Windsor tenemos una versión de este postre con un recuit de drap de Ullastret (una especie de mató) que servimos acompañado de un helado de miel y nueces caramelizadas. Vale la pena probarlo, de veras.
Buñuelos de viento
Los buñuelos de viento, típicos de Todos los Santos, son el resultado de freír bolas de masa hecha con harina de trigo, manteca y huevos. Les llaman “de viento” porque se hinchan hasta doblar su tamaño al pasar por el aceite caliente, aunque no son muy grandes, ya que alcanzan unos tres o cuatro centímetros de diámetro. Se pueden rellenar con chocolate, dulces de crema…
La carta de postres del restaurante Windsor cuenta con los que podrían considerarse una adaptación de los buñuelos de viento, y que además recuerdan al tradicional pan con chocolate, aceite y sal: los raviolis calientes de chocolate. Irresistibles.
Panellets
Otro de los postres que suelen tener una fecha más o menos fija, alrededor de la celebración de Todos los Santos, son los panellets. Estas bolas de mazapán se elaboran con almendra en polvo, azúcar, clara de huevo y esencia de limón, y van recubiertas de piñones. Pero hoy en día la creatividad de los pasteleros es tal que la receta base casi es una más, aunque sigue siendo la más exitosa. Desde el rebozado hasta la masa, se pueden encontrar ingredientes y sabores como coco, almendras, chocolate, café, mojito, gintónic, vermut, fruta de la pasión, mango…
Pijama
Este es más ‘moderno’ a pesar de tener 60 años. Data de 1951, exactamente. Unos marines estadounidenses que habían ido a comer al 7 Portes pidieron un “Pêche Melba”, postre que había creado el chef Auguste Escoffier en el siglo XIX en homenaje a la cantante de ópera Nellie Melba: helado de vainilla, melocotón en almíbar y coulis de frambuesas. Como no estaba en la carta del restaurante, los cocineros improvisaron uno con un melocotón en almíbar, flan, una bola de helado y nata montada, y lo llamaron Pijama por su similitud fonética con el postre francés. Su popularidad fue inmediata, aunque ha tenido sus más y sus menos, y a menudo ha sido tachado de kitsch. Son muchísimos los establecimientos catalanes que han versionado el pijama.